25 de julio de 2011

VIII. Milites Humani

Isaac me invitó a sentarme y empezó a hablar, continuando la conversación que mi irrupción había interrumpido. Hablaba desagradablemente, su voz denotaba ciertos aires de superioridad incontenida, siempre con una sonrisa claramente forzada. Parecía un monólogo, Jana apenas daba su contraria opinión, temía, más que su ira, su palabrería. Henry en ocasiones acotaba el discurso del anfitrión, compartiendo su postura, para ganarse su simpatía. O para zanjar los banales temas con que nos brindaba, enlazándolos aun siendo absolutamente inconexos, sin relación alguna, de una forma abrupta, incluso dejando frases cortadas para volver a continuar otras que dejó así a su vez.
Se levantó y me ofreció una bebida que rechacé con un leve gesto. Se acercó a un cuadro, no muy grande, decuyo marco tiró, permitiendo ver botellas de distintos alcoholes y licores. No sé muy bien qué se sirvió, pero le dio un carácter mucho más interesante tener el vaso en la mano.
-Gio, me encuentro en el deber de plantearte algo, una cuestión que en su momento me asaltó y que nuestros dos amigos ya razonaron.- Sus ojos bailoteaban por la habitación, sin detenerse en nada determinado. Se acercó despacio al sillón y se sentó en su brazo.- Estarás de acuerdo conmigo con que, independientemente del lugar y el tiempo, en el mundo, existen hombres cuya propia esencia alberga el bien o el mal, ¿no?- Jana suspiró. Asentí con la cabeza.- Bien, pero, ¿cómo defines esa esencia?
-Por sus actos, las palabras son volátiles y los gestos demasiado libres de interpretación.
-Exacto. Entonces, en un caso hipotético, si Hitler hubiera dedicado la etapa final de su vida a salvar a judíos de los campos de concentración, con sus propias manos, arriesgando su propia vida, ¿sería un hombre bueno o malo?
-Malo sin duda, su propia esencia le dirigió hacia sus actos de maldad y fueron sus propios actos los que le llevaron a actuar finalmente bien. No podemos afirmar que su esencia sea buena si nace de dichas circunstancias.
-Hmm, quizá no haya sido el ejemplo más apropiado. Olvida a Hitler, pongamos que Gandhi en su ocaso hubiera predicado su mensaje a base de atentados.
-Sería un hombre bueno que ha caído en un estado de locura.
-Entonces ¿cómo aseguras que los actos definen la naturaleza de cada hombre?
-Supongo que no puedo.
-Y si así fuera -apenas esperó la contestación para seguir hablando.- ¿cómo definimos la naturaleza de cada hombre, si no tenemos nada concreto en lo que apoyarnos?
-Haciendo juicio de toda la vida de un hombre, sus actos, palabras, circunstancias, etc.
-Pero los juicios son algo personal de cada uno, si nos apoyamos en un juicio, como colectivo, estamos subyugándonos ante la mente de otro hombre, ante otro hombre. No hay nada concreto, nada colectivo e independiente a los hombres que defina la bondad o maldad de otro hombre. No podemos desde nuestra naturaleza humana decidir quiénes son buenos y quiénes malos.
-Pero aun así lo hacemos.- Empezaba a interesarme lo que decía, no todo era palabrería, pero mi postura era demasiado escéptica. No tenía intención de creer una sola palabra de lo que dijera.
-Exacto, porque intentamos ser dioses. Pero no tenemos ese poder al alcance.
Se incorporó y comenzó a caminar por la habitación. Hizo una pausa, haciendo que pensaba, pero noté que tenía el discurso más que preparado, aun así, no sabía dónde quería llegar con todo aquello. Era buen actor. Cambio el tono de voz, me miró fijamente mientras hablaba por primera vez. Su rostro tornó serio. -¡Somos una institución! Que pervive, en la sombra, durante el inexorable paso del tiempo, desgastándonos, apagándonos poco a poco. Desde el mandato de Solón en la Grecia Antigua existimos, luchando por mantener el equilibrio humano en el mundo, actuando como hombres, pero con la tarea que los hombres delegan en los dioses.
Milites Humani en latín, el nombre en hebreo se perdió hace tiempo.
Mi incredulidad alcanzó límites insospechados, solté una carcajada muda. Henry me miró inquisidoramente.
-Gio, en el mundo de los dioses existen los hombres buenos y malos. Aquí existen individuos que han de preservar el bien común. No importa si Gandhi atentara contra otros hombres si ello hubiera reforzado su mensaje, aunque no sea el caso. No defiendo la violencia. En cada momento hay que actuar según la circunstancia y ello puede conllevar actuar con maldad, aun siendo bueno, para reforzar esa bondad.
Estuvo muy cerca de ofenderme, me exalté de todas formas, lo que me estaba diciendo se acercaba al fanatismo religioso del ateísmo. O lo superaba. Jana me tranquilizó, su voz era dulce, pero muy contundente.
-Gio, no matamos gente. Al menos no sin motivo. Preservamos el equilibrio humano que les empuje a desarrollarse. No es la paz, ni la guerra. Es el conflicto. El conflicto que alcanzó su culmen durante la guerra fría, recompensando a los hombres con un desarrollo sin precedentes con la llamada 'carrera espacial'. No intentamos alcanzar esos límites, pero es el mayor ejemplo de lo que defendemos.
No sé si fueron las palabras o el encanto de las mismas, invadiendo absolutamente mi razón. No sé por qué, pero no hizo falta decir más para convencerme. Mi expresión lo dijo todo. Isaac rió.
-Bienvenido.