16 de diciembre de 2011

IX. Sucesión

Me abordaban demasiadas preguntas que no iban a encontrar respuesta en ese momento, mi mente era un caos absoluto. Aun me dolía la cabeza. Caí justo en ese momento, me levanté con soberbia, acercándome demasiado a Isaac. Susurrando pregunté con indignación el motivo de mi secuestro. Isaac contestó calmado.
-Cálmate Gio, por favor, -Rió. -has salido vivo de ahí abajo, ¿no? Necesitaba poner a prueba tus cualidades, y no me has defraudado. Y no me refiero a que hayas sido capaz de abrir la puerta y subir hasta aquí, me refiero a la tranquilidad con la que has abordado el problema, sin una palabra, sin desesperación ni locura. Has mostrado algo interesante.
Me senté de nuevo, tras unos segundos pensando volví a preguntar.
-¿Se supone que tengo que hacer algo? ¿Me váis a entrenar para algo, váis a olvidaros de mí hasta que me necesitéis? ¿A dónde me váis a mandar ahora, Nueva Zelanda? -Estaba algo alterado, me arrepentí rápido de haber rechazado esa copa.
Jana me pidió que la siguiera. Me llevó a través de un pasillo similar al que unía la sala con las escaleras que llevaban al sótano, entramos en una habitación pobremente iluminada y señaló al mapa del mundo colgado en la pared mientras se dirigía a un archivo del fondo de la habitación. El mapa tenía multitud de chinchetas repartidas por los cinco continentes.
-Ahora no puedes saber nada Gio. Ni siquiera Isaac conoce muchas de las respuestas que necesitas. Ten paciencia, todo tiene su motivo. -Sacó una carpeta y la abrió sobre la mesa, buscando algún papel en concreto. -Ahora mismo sólo estás aquí porque tú lo necesitas, pero nosotros no te necesitamos. Sin embargo, sí necesitamos que lo necesites, así que no está en tus manos decidir si estás o no aquí. ¡Ah! Aquí estás. -Sacó unos cuantos papeles grapados, el primero parecía un currículum, tenía foto, algunos datos personales, no me pude fijar bien, tan pronto como extrajo el fichero lo introdujo en un portapapeles, cerró la carpeta, la guardó en el archivo y, tras unos segundos mirando el mapa, cogió una chincheta que había clavada en el norte de África. -Túnez.
Salimos de la habitación de nuevo y me condujo hacia un claustro interior. Estaba atardeciendo. Había muchísima vegetación, destacaban los tres altos cipreses en el centro que rodeaban una fuente con forma de semicírculo, escoltada por una gran estatua de piedra de lo que parecía ser una deidad griega, o más antigua. Jana se acercó a la fuente y bebió de uno de los conductos que dejaba caer el agua. El pelo se deslizó por su cara dejando al descubierto la parte posterior del cuello, donde podía verse el final de un tatuaje. Estaba demasiado absorto en sus gráciles movimientos como para darle alguna importancia. Continuó cruzando el claustro hasta llegar a dos grandes puertas metálicas que parecían la entrada principal, pues todo el jardín apuntaba hacia allí. Entramos en una enorme sala ovalada de piedra, con estatuas en las paredes y el símbolo, supongo, de la institución en el suelo. El techo era abobedado, con diferentes ventanas que adiviné que iluminaban a las diferentes estatuas y huecos según avanzaba el día. En las paredes había más huecos para esculturas que esculturas, se iban colocando en orden cronológico, no eran dioses ni emperadores, sino gente completamente desconocida, cada una señalando y mirando a su derecha.
Al ver mi interés en las estatuas, Jana me explicó que han sido los principales regentes de la institución a lo largo de toda la historia, 'Los Grandes'. -Ese hueco es para ti. -Dijo señalando al primer hueco vacío de la secuencia. Me acerqué, completamente escéptico, y vi una inscripción con mi nombre al pie del pedestal aun vacío. Me giré para preguntarle por qué, pero no estaba. Me quedé solo, durante un par de horas, intentando asimilar lo que acababa de golpearme. Henry entró en la sala. Me saludó y colocó una mano sobre mi hombro, habló mientras ambos mirábamos al hueco en la pared. -Es jodido, ¿verdad? De repente un día te despiertas encerrado en un sótano de un lugar de la India y por la tarde ya eres el sucesor de algo que no puedes entender. Ven, Isaac quiere verte.
Volvimos a la habitación donde había hablado con él, me volvió a invitar a una copa y le dije que sí. El Bourbon era bastante bueno. Henry salió de la habitación y nos quedamos los dos solos. Esta vez estaba más serio, diferente, no parecía el charlatán de antes, hablaba con precaución y en un tono de preocupación. -Todas tus cosas están en la tercera habitación de la izquierda, por ese pasillo. -Señaló una puerta que aun no había cruzado. -Giovanni, el momento para haberte encontrado ha sido el menos propicio, pero no hay tiempo. Tenemos una situación que se nos está yendo de las manos y no somos capaces de reaccionar. Tienes tres meses para aprenderlo todo, así que date prisa, tu vida es la apuesta en esta partida y todo apunta a que los que estamos de tu lado vamos a perder. Ve a descansar, mañana será duro.