12 de enero de 2012

X. Frustración

Volvió el insomnio, no pegué ojo durante días. Durante los mismos días que Jana y Henry estuvieron desaparecidos. Sólo veía a Isaac, sólo hablaba con él, aunque muchas veces escuchaba murmuros lejanos por los pasillos del palacete. Pasó casi una quincena así, Isaac mientras me contaba historias sobre los Milites, pero me interesaban bastante poco. Una, sin embargo, me llamó especial atención, trataba del séptimo Grande, el anterior a mí, que durante el siglo XVIII llevó a cabo una serie de asesinatos medidos a gente completamente distinta entre sí, con un criterio que nadie hasta ahora ha conseguido entender, de ahí que le condenara la propia institución tras cuatro años de regencia. Sin embargo, tras su muerte, comenzaron a aparecer evidencias de que no actuaba a la ligera, que tenía un plan. Un plan que terminó con el motín del té de Boston. Las víctimas pasaban desde colonos ingleses en América hasta nativos africanos del Congo profundo, no tenía sentido. Isaac me confesó que ha estado estudiando ese caso desde que se lo dieron a conocer, y que ha comenzado a encontrar una correlación. El séptimo Grande había guardado datos numéricos sobre las víctimas, una derivación de la secuencia de Fibonacci con coordenadas. Ni Isaac ni yo supimos cómo podía elegir una víctima a partir de unas coordenadas.
En ese momento Isaac estaba con la guardia baja, así que aproveché para preguntar con contundencia.
-¿Qué han ido a hacer Jana y Henry, Isaac?
-¿Cómo? -
Le cogió totalmente desprevenido, su gesto tornó severo.
-Jana cogió la ficha de una persona, sé que ha ido a Túnez. ¿Quién es? -Hubo silencio. Isaac se fue de la habitación, yo le seguí. Andaba condenadamente rápido por los pasillos. Grité su nombre, empezaba a estar realmente cabreado. Él seguía ignorándome. Terminamos en una sala con las paredes acolchadas y suelo de parqué. Se paró en el centro y cuando me acerqué a él se giró bruscamente y me tiró al suelo.
-¿En serio crees que estás preparado? Ni tu mente ni tu cuerpo pueden asimilarlo. -Me intenté levantar y recibí la suela de su zapato en la cara. Estaba sangrando. -No tienes carácter Gio, no puedes estar aquí. No tienes que estar aquí. - Se tranquilizó un poco, yo no. Cuando me pude levantar intenté recomponer mi orgullo con un puñetazo. Me noqueó.
Me desperté en el piso franco en el que viví cuando llegué a la India. Tenía todas mis cosas y una nota: 'Vuelve cuando puedas encontrarnos'.
Di un golpe en la pared, pero no pensé en irme. Estaba cansado de no tener a dónde ir, estaba cansado de no saber quién era yo, de no tener una vida. Me acordé de mi padre, de Don Carlo y del anciano que me trajo hasta aquí. Sabía qué hacer ahora, pero no cómo conseguirlo.
Vomité, no había comido nada, así que la pastilla que nadaba en el suelo de la habitación, medio desecha, destacó.
Busqué a Isaac, supuse que sería el único a quien podría encontrar de los tres, pero no fue así. No pude dar con él y mi esperanza empezó a ser niebla, una niebla muy densa. En realidad yo no quería encontrarle a él, no quería ser parte de esa mierda, pero sabía que necesitaba estar ahí, lo que dijo Jana era cierto, necesitaba aquello, y ellos no me necesitaban a mí.
Fui a escribir en el sucesario, sin embargo sólo leí las páginas ya escritas. En especial la primera. Era de cuando decidí abandonar a mi padre, sonaba diferente a como debería sonar. Creí recordar que fue una decisión totalmente racional y fría, y que no tuve ningún tipo de remordimiento. La página estaba mojada y las letras cargadas de odio hacia mí mismo, y de miedo a tomar la decisión que tomé. Ni en esa página ni en mi recuerdo estaba la razón por la que huí.
También leí lo que escribí en mi segunda noche en Nápoles. Aquella mujer, Paola, no me resultó nada desagradable cuando la conocí, todo lo contrario. Me había formado recuerdos totalmente opuestos a lo que en realidad sucedía, y no encontraba un significado a todo aquello. Decidí hacer caso a Isaac, volvería cuando pudiera encontrar a la gente de mi pasado, y eso pasaba por encontrarme a mí mismo. Salí de allí con mis pertenencias, pero antes de abandonar la casa arranqué el tapiz y lo doblé cuidadosamente en una maleta. Detrás del tapiz, en el marco, había una carta sin remite, sólo con mi nombre. Sabía que era de Jana, pero no estaba preparado para leer aquello, no lo hice.

2 comentarios:

  1. Veo que te llegó la inspiración de alguna parte... Me ha gustado mucho, aunque ya te comentaré más detalles cuando hablemos.

    PD: Y gracias por lo de la letra, mis ojos han sufrido menos xD

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  2. Pasan muchas cosas a la vez, muy rápido, no hay desarrollo en sí de las circunstancias ni de los personajes. No corras tanto. Parece que improvisas, que escribes según te sale en ese día... Pero bueno, te lo puedes permitir porque escribes muy bien y porque la trama es muy intrigante e interesante :)Ya sabes, no lo dejes, y no esperes otros cuatro meses para continuarlo.

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